Los patios de luces han sido elementos arquitectónicos usados desde que el hombre decidió poner un techo bajo su cabeza.
Y siempre han tenido cierta utilidad, para recoger las aguas de la lluvia o guardar los animales, pero sobre todo para iluminar y articular los espacios del hogar a su alrededor. Incluso las primeras ciudades se repartían alrededor de patios internos, donde transcurría la vida domestica, para tener un exterior cerrado para su protección.
Actualmente las limitaciones espaciales del las grandes ciudades ocasionadas por tramas urbanas muy densas y de alturas considerables nos ha llevado a obviar este elemento o usarlo como espacio de sobra que puede que nos ayude a iluminar y ventilar. Pero los patios de luces se ha vuelto una solución muy acertada para llevar a luz a los espacios más oscuros de un casa o de un edificio de pisos, y no solamente como espacios de sobra, sino como articuladores de luz y espacios.
En obras nuevas, este elemento se vuelve un parte básica de la configuración de la casa, especialmente si esta se encuentra en terrenos estrechos entre grandes alturas. Son, de cierta manera, el corazón de la edificación, aquel que articula y lleva vida a cada espacio de la casa. En reformas, se convierten en una solución eficaz para solucionar temas de iluminación (como en esta reforma de un piso en San Juan Playa), pero en ambos casos se utilizan, también, para aprovechar mejor la luz del sol para temas energéticos y sostenibles.
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